Todo comenzó un día que tal vez no haya sido hoy. No se
realmente si fue hoy o hace 19 años masomenos. O tal vez fue en aquellas
vacaciones que recuerdo totalmente en una quinta nosendonde pero de alguna
localidad de buenos aires. O quizá fue en esas otras vacaciones de mar del
plata, que solo recuerdo el gusto del sándwich con arena y mayonesa, o de las
ganas tremendas de meterme al agua y salir al instante tiritando de frío con
los labios totalmente violetas que daban miedo. O quizá fue en las otras vacaciones
que yo no participe, pero fui participe total. Esas que no se si fueron
vacaciones porque me las contaron, y no se si fueron reales porque no las viví
y yo no existía. O al menos no existía con un DNI que registrara mi identidad
para que todos pudieran llamarme al modo que pensaron para mi. Y de pensar es a
lo que me refiero, es que en ese momento donde sucedieron estas últimas
vacaciones a las cuales no asistí, fui anteriormente gestado. Es por eso que
terminaron allí, porque yo estaba intentado salir y algo me lo impedía. O más
bien, nada lo impedía, pero tal vez mi futuro en la vida iba a ser incierto. O
no. Ahora mismo era incierto, y no en un futuro. Es por eso que tal vez todo
comenzó en esa playa, donde no recuerdo que virgencita fue la que me ayudo, o
ayudo a mis padres y ellos pudieron de alguna manera transmitirlo. O fueron tal
vez los médicos quienes ayudaron. En fin… No se que vacaciones fueron cuando
empezó todo, ni se realmente quienes ayudaron a que yo esté aquí.
Tal vez todo empezó cuando tuvo que haber empezado, y todos
ayudaron, tal vez, a que yo me encuentre. Hasta yo mismo ayude a estar, aunque
tampoco lo recuerdo.
¡Ayyyy! Tanta relatividad me está rompiendo relativamente la
cabeza. Ese cerebro explotado y expuesto como el cardumen de una imagen que no
existe. No existe porque ya sucedió y yo no la viví. Digo, tengo la imagen de
un recuerdo borroso al cual no participé en persona pero fui tan importante
como los que estuvieron presentes.
Una ofrenda al mar, con su espuma que va y viene, dejando y
trayendo. ¿Tal vez fue el agua? Ya sería explayarme en un ámbito metafísico del
que nadie va a querer salir. O poder… Es tan lindo recordar hechos de cuando
pequeño. Y más si te acordas de esos instantes
que pensas te habías olvidado. Uno siente como se vuelve el barbudo de su propia
vida. Me sentí un analista recordando un hecho que había sucedido unos pocos
años atrás. Ahora que lo recuerdo, lo que voy a explicar es un recuerdo de un
recuerdo que recordé varios años después que haya sucedido. Y ahora lo vuelvo a
traer, y cada vez que me lo acuerdo, siento que nunca sucedió. Fue hace tanto,
pero fue hace tan poco…
Ahí estoy, parado. De delantal blanco, con los bolsillos
empapados en tinta azul seca, y el corte de pelo en forma de taza, como cortado
con un embudo en la cabeza para tomar la medida exacta, esa redondez perfecta
en la cara de un niño. Me veo como si mis ojos estuvieran en la puerta del
aula. Ahí estoy, entre una hilera de compañeritos y amigos de primaria esperando
bajar las escaleras para irme. Veo mi mochila a los hombros -pensar que siempre
prefería la de carrito y solo la tuve una vez cuando ya era muy grande- veo mi relajación inmensa, esa de los chicos,
como un gato tan disponible. Y ahí llego el recuerdo del recuerdo. En ese momento
resurgió de mi cerebro algo que había sido eliminado en su totalidad. No se
bien que expresión puse, estaba más enroscado en el recuerdo que estaba
recordando, que en recordar ahora mismo que recordé. Lo que pasó fue raro, me
descolocó pero pude entender todo. ¿Cuántos años tenía? Tal vez siete, o seis.
Y me estaba acordando de algo de cuando tuve a los cuatro años. De eso casi
estoy seguro, era el jardín y yo estaba casi en segundo… O cuarto, porque en
tercer grado y en primero estuve en planta baja. Ahora estaba arriba, en el
primer piso de la escuela. Por eso estaba en segundo o cuarto. Quinto no, ya es
mucho y ahí pasaron otras cosas. Supongo que fue cuarto. Sería lo más lógico. O
no. Pero eso no importa, importa el recuerdo. Porque apareció como si un viento
entrara por mi ventana. Ese viento que una vez entró por la ventana de mi casa,
y al principio me causó gracia… Yo estaba en la cocina del departamento, y
escucho que mi amigo con su novia grita desde mi cuarto. Sus risas me hicieron
dejar lo que estaba haciendo y fuí corriendo. Me choque con un golpe de viento,
papeles y cosas que volaban. Ninguno quiso cerrar la ventana, era muy divertido
-todavía no estaba pensando en quien iba a ordenar todo eso- Después, casi como
una piña, nos voló los pelos de todo el cuerpo. O al menos esa fue la
sensación. Mi cuarto quedo atravesado por un tornado, metafóricamente. Ahí si
que no me importó nada, me reí toda la tarde y después los eché.
A los otros dos también los eché, pero eso fue el día de mi
cumpleaños. Después paso, más lejos de antes pero más cerca que ahora. Y los
eché por algo parecido, por un viento. Esta vez fue el viento de mi aspiradora,
no era desordenador, era un viento que purifica y limpia. Un viento eléctrico y
decidido. Habían pasado un par de años entre un viento y otro, pero ambos me
hacen dar cuenta lo diferente que era y fui, a lo que soy o seré.
Y me sigo mirando, me veo en tercera persona, es por eso que
dudo del recuerdo. Porque los veo a todos en tercera persona, incluyéndome. ¿Miedo?
No se, tal vez siento miedo. ¿Qué sucedió y que está sucediendo?. Nunca supe
realmente que es lo que vivo, hace un rato hablaba por teléfono con mi padre.
Ahora estoy escribiendo, y antes de escribir y después de hablar tuve las ganas
de escribir. ¿Siguen esas ganas? ¿Dejé de hablar con mi padre? ¿Paré de
escribir?. Si, si a todo. Si, siguen las ganas, si, dejé de hablar con mi
padre, sí, paré de escribir. Aunque no, no a todo… No, no siguen las ganas, no,
no dejé de hablar con mi padre, no, no paré de escribir. Eso me da miedo, que
nada sea todo y todo sea nada.
De repente espero.
Cuento: uno, dos, tres. Ahora lo escribo “uno, dos, tres”.
Pero ya lo conté, y lo volví a contar sin escribirlo, y luego lo escribí. Y
todo fue al mismo tiempo, aunque me tomé el trabajo de detenerme a contar.
Totalidad. Eso le llaman, la totalidad lo es todo, pero a su vez no es nada.
Todo esto escrito no es nada en comparación a lo que voy a escribir, todo esto
escrito puede que lo sea todo. Todo hasta ahora, ¿Y después? Es más, o es
menos. Eso lo sabré después, puede que borre o que agregue. ¿Borrar? Eso es de
cobardes. Y fui uno de los más cobardes, y los más audaces. Mis capacidades me
limitan y extreman a realizar cosas que no me imagino y saber que nunca más
volveré a hacer. Es el tiempo, todo está ubicado en él. Lo que se hace y deja
de hacer, persiste en el tiempo. ¿Y qué es la memoria? Sino es el mismo reflejo
de algo que se idealizó en la mente. Somos tan capaces de manipular nuestra
memoria como de hacer unos huevos fritos con aceite. El día en que hacemos un
huevo frito, estoy de seguro que ya tuvimos previamente la oportunidad de
mentir o malversar nuestra memoria. Esos fragmentos vacíos de algo que aparece
y desaparece. Algo que está pero no está. Algo que nos construye pero no nos
influye. ¿o si?.
Me miro, miro mis manos mis piernas, mis pies, mis rodillas,
mis dedos, mis uñas, me miro y me estoy mirando. AHORA, ahora me miro y hago
todo eso. ¿Siento? Siento que mi cuerpo no es mío, que mi alma es la que mira,
pero no. Miran mis ojos, o eso dicen, o eso me hacen creer. Estoy hecho en dos.
El cerebro, y lo demás. ¿Que es más importante?. No se, pero lo demás seguro
que lo es. Aunque el cerebro…
Esa especie de desdoblamiento me lleva a encontrarme fuera
de mi. Fuera del mundo, y me explota la risa. Siento como me vibra todo el
cuerpo y no puedo contenerme. El vacío me come, me transforma y desaparece y ahí estoy, hinchado con los ojos inflados,
en el suelo, desparramado. Incontrolable picazón en las mejillas, el calor
sube, y yo cada vez bajo más, me hundo y el sonido me penetra, ya no soy yo.
Soy algo que está y no está. Veo todo como un gran faro que con su ojo toma
cierta realidad y la exprime hasta el último momento, en el día en que sale y
la generalidad lo sobrepasa y queda en un segundo plano. Ese momento Faro que
tengo, es el foco de mi desdoblamiento. Hoy apuntó a desencontrarme. No
encontrar razón ¿Qué razón? ¿Que vida?. No sé! No se que estoy hablando, y
encima no hablo. Estoy tan inmerso en mi risa que de repente me revienta un
aire de paz. Azul. Celeste. Acabo de recobrar el conocimiento, ese que tiene
reloj y obligaciones, que tiene familia y amigos, ese conocimiento tan mío y
tan de todos. Hasta hace un rato sentí que no tiene nada sentido. Que estaba
ubicado en un lugar donde en verdad no estaba, y que mi cerebro era un
extraterrestre que utiliza mi cuerpo. Era la sensación de saber que todo lo que
veo es simplemente lo que veo. Una mesa, es cuadrada me va por la cintura y
apoyo cosas. O una silla, me va por las rodillas y yo me siento… Veo lo que
veo, y simplemente tiene su forma color y función. No hay ninguna vuelta para
darle. Todo se hace simple y sencillo, tan pero realmente tan fácil de
comprender, como describir el agua, insaboro, incoloro y otra más que no
recuerdo. Así de fácil. Tan fácil que todo es tan nada, tan, tan tan, tan
¡Tan!, que siento. ¿Qué siento? Siento que lo que siento es solo un
sentimiento. Una excusa para ponerle sentido a esa mesa, o ese vaso. ¿Frío,
calor?. Imperceptible, inencontrable. ¿Amor, odio? Bah… Estupideces, todo es
estúpido. Enfermo e idiota, nada es. Nada soy. Y lo soy todo. Puedo serlo,
quiero serlo y lo soy. Quiero pensar que el blanco que todos vemos es un blanco
diferente para cada uno, pero ese blanco diferente que para mi tal vez es un
azul, me lo enseñaron como blanco, y que tal vez para otro es un rojo, se lo
enseñaron como blanco. Entonces los dos, le decimos blanco a lo mismo. Porque
me dijeron que era así. Y es por eso que yo lo acepto. Es lo que está bien… 2+2
es… ¡Cuatro!. A esa edad tuve mi primera experiencia. Fue eso lo que mi mente
borro repentinamente de un instante para otro, y lo volvió a recobrar en cuarto
grado. Es por ese hecho que me sentí Freud, sin saber quien era él. Lo sexual
es natural. Y otro hecho, fue con alguien que no se quien es. Nos encontraron
en el baño, desnudos. Hacía frío, pero yo tenía calor. Era un investigador
descubriendo esas cualidades que no me pertenecen. Era chico, y estaba bien. No
estaba mal. Pero me dijeron que estaba mal. Lo reprimí y deje de entrometerme
en partes que no son las mías. Hasta mucho después, que entrometerse no era
malo. Todo lo contrario… entrometerse es bueno, bien bueno. Muy bueno, tan
buenazo que sería un placer comentar la cantidad de minitas como trofeo y
mostrarlo al público… ¡Como si les interesara!.
Ese egoísmo tan nuestro, o tan mío… Simplemente siento que
todos somos egoístas, y que hacemos todo el tiempo cosas para nosotros,
pensando que tal vez beneficiamos a los demás. Los héroes se sienten buenos
salvando vidas, ¡Qué buena gente!. Ya los veo, esos mártires en sus casas
viendo la tele… Imposible, ni ellos podrían permitirse estar un segundo sin
salvar una vida, les hace tan bien esa sensación que nunca van a dejar de
hacerlo. Yo, yo mismo lo soy. Soy de esos, esos como vos, que hacen cosas y su
pedantería es tal que generalizan sin hacerse cargo. Y lo hago, me hago cargo,
pero no puedo dejar de hacerlo, de ser pedante como todos. Estoy escribiendo…
¿Para que? ¡PARA QUE ME LEAN! Que tal, miren que inteligente que soy, escribo,
uno un par de letras y son tan lindas juntas que parece una maravilla que un
mecanismo tan idiota resulte tan hermoso.
Fue ese día que acompañe a mi amigo a buscar trabajo. ¿Lo
hago por el? Y… Si. En general, lo hago por él. Lo acompaño a buscar trabajo
porque soy un buen amigo y lo ayudo… A buscar trabajo. Como si él solo no
podría hacerlo. ¡Pero no es así!. Lo acompaño porque me encanta estar tiempo
con él, y acompañarlo es una excusa, como todas. Pero parece que tengo actitudes
buenas. Y… es así, algunos estamos hechos para parecer buenos y serviciales.
Aunque en verdad lo somos porque nuestra pedantería se alimenta con ver bien al
otro. Me encanta dar. dar. dar y seguir dando. Porque me llena, y me hace bien.
No puedo parar, es una locura como quien dice. Pero todos la tenemos, no se
asusten. Hay otros que prefieren darse gustos a si mismos, y recibir, recibir y
seguir recibiendo. Y eso los llena. Es así, unos dan, otros reciben.
Es por eso, creo que fue hoy que comenzó todo. Yo estaba charlando con
mi viejo de algo como esto. Que le expliqué; una vez estaba en clase, en la
escuela, y discutí con una amiga porque ella decía que hacía las cosas por lo
demás, pero estaba tan enceguecida que tardó demasiado tiempo en aceptar que lo
hacía por ella. No se si tengo razón, pero creo que la tengo. Mi pedantería me
permite pensar eso. Tanto que doy, hasta doy ideas y propongo todo el tiempo,
lleno lo que está vacío. No puedo parar por esa razón. Siento que si paro, algo
va a suceder. ¿Porqué? Porque me vaciaría realmente. Fue ahí que empezó. Antes
de cortar con mi viejo, que decidí pedirle por enésima vez que se dedique a
escribir la historia de su vida. El no quiso, no tiene ganas o no le parece. O
creo que si quiere, pero no sabe por donde empezar. Yo empezaría por el
principio…